Escuché a un conferencista decir que, en la televisión de los Estados Unidos, la mayoría de los anuncios comerciales son o de fármacos o de comida ‘chatarra’.
Luego le siguen los de las aseguradoras y los productos de belleza, pero los que dominan tienen que ver con medicamentos y con comida rápida.
El conferencista, que hablaba sobre técnicas para mejorar la salud —y atender los hoy muy comunes problemas de sobrepeso y mala digestión—, resaltaba la ironía de esa combinación de comerciales televisivos: la mitad te quiere convencer de que consumas productos que te hacen daño y te enferman (comida ‘chatarra’), y la otra mitad son productos para quienes buscan aliviarse de los problemas causados, en buena medida, por los primeros.
Pareciera entonces que la gran ola de mensajes que reciben los estadounidenses tiene el efecto de “enfermarlos para luego tener que curarlos” (y cobrarles en ambos casos, por cierto).
El ponente —un ciudadano estadounidense, crítico de su propio sistema— señalaba que, desde hace décadas, en su país se han alcanzado índices altísimos y preocupantes de obesidad y de las enfermedades relacionadas con ésta, incluido el cáncer de colon, que casualmente ya es el que más muertes causa en EUA.
Justamente porque el sistema digestivo es el que está enfrentando toda esa cantidad de químicos, alimentos procesados y demás contenidos alimenticios mal balanceados, con un impresionante exceso de sal y azúcares.
Y todo eso es reflejo de una mala cultura alimenticia y de diversos hábitos insanos de vida que se combinan con el estrés y el mal manejo de las emociones negativas que tenemos en la vida moderna.
Este conferencista del que les hablo resaltaba que, según su experiencia, en varios países de Europa, incluido el Reino Unido, hay una notable diferencia frente a EUA, sobre todo con los problemas de obesidad: los europeos son, en promedio, más esbeltos.
Lo atribuye a varios factores, entre otros, el que los europeos viven en ciudades donde caminan más —y eso les genera más actividad—, pero además hay mucho menos cultura de consumir la llamada comida rápida, que se cocina en grandes cadenas de restaurantes, y una importante defensa de su cultura culinaria más natural y de alimentos frescos y balanceados.
Pero otro factor es el hecho de que hay más control sobre la promoción del uso de los medicamentos (ah, porque el exceso de medicación también es dañino).
En buena parte de Europa, los medicamentos no pueden anunciarse en la televisión, y en ciertos países, como Alemania, los médicos combinan la medicina alópata con otras corrientes más naturales como la homeopatía —ampliamente desarrollada por los alemanes—, o inclusive la acupuntura china, la ayurveda hindú o la herbolaria general.
El ponente mencionaba un aspecto curioso: que, debido a que en esos países hay grandes sistemas de salud estatales —lo que quiere decir que el que se enferme el ciudadano le CUESTA al Estado—, para el gobierno la enfermedad se vuelve también un problema de gasto público. Por eso, la visión del “sistema” está encaminada a prevenir las enfermedades y promover los hábitos saludables, para no tener que gastar tanto en tratamientos.
En México, pese a que contamos con un amplio sistema de seguridad social que representa uno de los mayores presupuestos en el gasto público, pareciera que estamos siguiendo el modelo norteamericano, dejando crecer cada vez más el entorno de la comida industrial y chatarra, y dejando aún más crecer el mercado de los medicamentos “OTC”, o no controlados, que finalmente contienen una combinación amplia de fármacos industriales cuyo consumo indiscriminado también es nocivo para la salud.
Aquí es donde habría que pensar hacia dónde voltear en términos de modelos de salud pública, porque seguir el modelo estadounidense, al menos en estas cuestiones, no parece una buena idea.
Estados Unidos sigue siendo un ejemplo en cuanto a construir un país donde las cosas funcionan, como en buena medida el sistema de justicia y el “orden público”, pero no es un modelo de sociedad exitosa en términos de la hiperindividualización que rompe con la familia, el aislamiento, el alto consumo de drogas (legales e ilegales) y problemas emocionales como la depresión y otros tantos.
Europa, de acuerdo con el ejemplo mencionado por el conferencista, ofrece algunas ideas interesantes en cuanto a mantener una vida con más actividad física y mejores hábitos, pero también tiene severos problemas con la salud emocional y mental, resultado de una cultura desprovista cada vez más de espacios espirituales o su equivalente.
Me parece que México, por su posición estratégica en Norteamérica, su inevitable liderazgo —en varios sentidos— para con Latinoamérica, y además su interesante composición cultural que combina conocimientos nativos milenarios que nos “acercan” con la naturaleza, está llamado a construir un modelo que encuentre una mejor salida para que la sociedad se reencuentre con su balance saludable y un bienestar relacionado con el uso armónico y bien informado de lo que la maravillosa naturaleza ofrece para nosotros.
Ojalá que tengamos la visión para ello.