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Opinión

La esencia de la nación

Punto de inflexión

Las leyes son necesarias para que una comunidad pueda vivir y convivir en armonía. Establecer las reglas del juego es indispensable para que una sociedad pueda prosperar y progresar. Pocas leyes podrían ser insuficientes para garantizar un funcional 
Estado de derecho; muchas leyes podrían entorpecer el dinamismo de una economía. Ya lo decía el historiador, senador y cónsul romano Cornelio Tácito, al reflexionar sobre los gobiernos de Tiberio y Nerón: “Entre más corrupto un pueblo, más leyes necesita”.

Más allá de una cantidad óptima de normas sociales, lo más importante es la calidad de estas. En este sentido, no bastan las buenas intenciones, sino pensar en todas las consecuencias que una modificación legislativa pudiera tener.

¿Quién hubiese imaginado, por ejemplo, que la decisión del gobierno de Australia de eliminar el impuesto a las herencias promovería horrendos sufrimientos en decenas de moribundos padres, a quienes sus hijos mantuvieron artificialmente con vida sólo para librar la fecha de entrada en vigor de la medida? ¿O que la política de subsidiar a las madres solteras en Estados Unidos haya fomentado una brutal disminución en la cantidad de matrimonios celebrados y un incremento en las uniones libres, con los consecuentes problemas sociales generados por el debilitamiento del tejido social?

Hace poco menos de una década, China anunció finalmente la abolición de una medida tan dañina como absurda: la política de “hijo único”, promovida desde 1979, con el objetivo de controlar el desbocado crecimiento poblacional del gigante asiático.

La política surtió efecto en su momento. La tasa de natalidad disminuyó considerablemente, pero el costo ha sido altísimo. Fueron más de 300 millones de abortos los registrados teniendo principalmente niñas como víctimas, lo que ha causado un desequilibrio de género enorme en la juventud: varias decenas de millones más de varones que mujeres en edad reproductiva. La población está envejeciendo y la cantidad de personas en edad de trabajar, disminuyendo, escenario nada halagüeño para un país en franco crecimiento.

Las reformas constitucionales en cuanto a la afectación de la propiedad privada efectuadas en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua fueron muy populares en su momento. Hoy tienen condenada a prácticamente toda la población a vivir en una lacerante miseria.

El 5 de febrero celebramos el aniversario de la promulgación de nuestra carta magna, la esencia de la nación, un texto que se ha venido adecuando a los tiempos después de más de un siglo de vigencia y que debemos seguir cuidando con celo, madurez e inteligencia. 

Hago votos porque nuestros legisladores sean responsables, aprendan de los errores ajenos y no vayan a tomar decisiones de las que nos arrepintamos el resto de nuestras vidas. 

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