En la historia de los últimos 50 años, la política electoral ha tenido sustanciales cambios. El más importante es que el Estado ya no conduce los procesos, como sucedía hasta el 1988, cuando se sostiene, ideológicamente, que Carlos Calinas de Gortari ganó con la ayuda del entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz.
Y con ello, evitar el “triunfo” de uno de los santones progresistas de la izquierda mexicana, el hijo del general Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc; en lo que se llamó la “Caída del Sistema”. Eran los tiempos de precarias computadoras, con una paradoja brutal, el poblano es hoy, según se quiera ver, cómplice del actual sistema, al que traicionó en aquella fecha, y a la vez, poseedor de una fortuna probablemente ilegal que no se llevará a la tumba, pues tiene 88 años y es titular de la CFE.
Mi filósofo de cabecera, MAM, decía con claridad: Todos morimos de algo, o en este caso, de viejo. Pero sucederá y los casos Camarena y fortuna, quedarán como una de las fábulas fabulosas más impresionantes de la historia mexicana moderna.
Lo ponemos en contexto porque, durante la era Salinas y los sueños de modernidad, Tratado de Libre Comercio y más, nació el Instituto Federal Electoral, hoy INE, además del Tribunal Federal Electoral; organismos con los que se ciudadanizó la vida política nacional, porque hasta antes el Poder Ejecutivo todo lo determinaba “en las rodillas”.
Estamos siendo lo más rápido posible, para llegar al territorio de la reforma 2014, con la que presionados por la oposición, hoy en el poder, se determinó la reelección de candidatos, bajo la premisa de premiar a los buenos y castigar a los malos.
La versión en los autos federales indica que en México, desde 1933 hasta 2014, la tesis de sufragio efectivo, no reelección, fue el hilo conductor de “nuestra democracia”. Hasta que partidos políticos y gobierno determinaron:
“1) Los senadores podrán ser electos hasta por dos periodos consecutivos y los diputados al Congreso de la Unión hasta por cuatro periodos consecutivos. La postulación sólo podrá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los partidos integrantes de la coalición que los hubieren postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la mitad de su mandato”.
Y “2) Las constituciones estatales establecerán la elección consecutiva de los diputados a las legislaturas de los estados, hasta por cuatro periodos consecutivos. La postulación solo podrá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los partidos integrantes de la coalición que los hubieren postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la mitad de su mandato”.
Por eso es que casos como los de Reynosa son de análisis urgente. Cuando se trata para bien, todo en santa paz, pero cuando el punto es acumular el poder, en este caso, por la vía de prevalecer, incluso a través de los hijos, es altamente censurable.
Claro, Maki Esther Ortiz Domínguez y su hijo Carlos nunca lo van a entender así.