El Papa Francisco: El servicio es el poder que transforma el mundo.
Sección Editorial
- Por: Anam Cara
- 03 Febrero 2023, 13:27
El Papa Francisco: Según nos dice Jesús, el servicio es el poder que transforma el mundo. Por eso, la pequeña pregunta que puedes atarte al dedo cada día es: ¿qué puedo hacer yo por los demás? Del 27 de enero al 2 de febrero.
Peregrinación ecuménica de paz a Sudán del Sur encuentro con jóvenes y catequistas. Ahora quisiera pedirles, por unos instantes, que miren sus manos. Abran las palmas de las manos, mírenlas atentamente.
Dios ha puesto en sus manos el don de la vida, el futuro de la sociedad y de este gran país. ¿Tus manos te parecen pequeñas y débiles, vacías e inadecuadas para tareas tan grandes? Todas las manos son similares, pero ninguna es igual a la otra; nadie tiene unas manos iguales a las tuyas, por eso eres un tesoro único, irrepetible e incomparable.
Nadie en la historia puede sustituirte. Pregúntate entonces, ¿para qué sirven mis manos?, ¿para construir o para destruir, para dar o para acaparar, para amar o para odiar? Ves, puedes apretar la mano y cerrarla, y se vuelve un puño; o puedes abrirla y ponerla a disposición de Dios y de los demás.
Esta es la decisión fundamental, desde tiempos antiguos, desde Abel, que ofreció con generosidad los frutos de su trabajo, mientras Caín «se abalanzó sobre su hermano y lo mató» (Gn 4,8).
Joven que sueñas con un futuro distinto, de tus manos nace el mañana, de tus manos puede llegar la paz que falta en este país. Pero, concretamente, ¿qué es lo que hay que hacer? Quisiera sugerirles algunos “ingredientes para el futuro”, cinco, que pueden asociar a los dedos de la mano.
Al pulgar, el dedo más cercano al corazón, corresponde la oración. Es el primer ingrediente y más esencial, porque nosotros solos no somos capaces. Es como un árbol arrancado que, aunque sea grande y robusto, no se mantiene en pie por sí mismo.
Es necesario enraizarse en la oración, en la escucha de la Palabra de Dios, que nos permite crecer cada día en profundidad, dar fruto y transformar la contaminación que respiramos en oxígeno vital.
Para conseguirlo, cada árbol necesita un elemento simple y esencial, el agua. Y la oración es “el agua del alma”, es humilde, no se ve, pero da vida. Quien reza, madura interiormente y sabe levantar la mirada hacia lo alto, acordándose que fue hecho para el cielo.
No te dirijas a Jesús como a un ser lejano y distante al que hay que tenerle miedo, sino como al mejor de los amigos, que dio la vida por ti.
Él te conoce, cree en ti y te ama. Mirándolo clavado en la cruz para salvarte, comprendes cuánto vales para Él. …grítale las esperanzas de tu corazón, confíale los secretos más íntimos: la persona que amas, las heridas que llevas dentro, los sueños que tienes en el corazón.
Dios ama esta oración viva, concreta, hecha con el corazón. Le permite intervenir, llegar con su “fuerza de paz”, que tiene un nombre. El Espíritu Santo, aquel que consuela y da la vida. Él es la verdadera fuerza de la paz.
Por eso la oración es el arma más potente que existe. Te trasmite el consuelo y la esperanza de Dios. Miremos ahora el segundo dedo, el índice. Con este indicamos algo a los demás. Los otros, la comunidad, este es el segundo ingrediente.
Amigos, no dejen que su juventud se estropee por la soledad y el aislamiento. Piénsense siempre juntos y serán felices, porque la comunidad es el camino para estar bien consigo mismo, para ser fieles a la propia llamada.
Las decisiones individualistas, en cambio, al principio parecen atrayentes, pero después sólo dejan un gran vacío interior. Oración, comunidad, llegamos al dedo central. Es la honestidad. Ser cristianos es testimoniar a Cristo.
Por tanto, el primer modo para hacerlo es vivir rectamente, como Él quiere. Eso significa no dejarnos enredar en los lazos de la corrupción. El cristiano no puede más que ser honesto, de lo contrario traiciona su identidad.
San Pablo, nos ayuda, con una frase sencilla y genial: «No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien» (Rm 12,21). Cada uno de ustedes tiene un tesoro que nadie puede robarles. Es vuestra capacidad de decidir.
Sí, tú eres las decisiones que tomas y siempre puedes elegir hacer lo correcto. Somos libres para elegir. El cuarto dedo, el anular, es el más débil, el que cuesta más trabajo levantar. Nos recuerda que las grandes metas de la vida, el amor en primer lugar, pasan a través de la fragilidad, el esfuerzo y las dificultades.
Estos deben vivirse, afrontarse con paciencia y confianza, sin abrumarse por problemas inútiles. Pero, en nuestra fragilidad, en las crisis, ¿cuál es la fuerza que nos permite seguir adelante? El perdón. Porque perdonar quiere decir saber empezar de nuevo. Oración, comunidad, honestidad, perdón.
Hemos llegado al último dedo, el más pequeño. Tú podrías decir, soy poca cosa y el bien que puedo hacer es una gota en el mar. Pero es precisamente la pequeñez, el hacerse pequeño, lo que atrae a Dios.
La palabra clave en este sentido es servicio. El que sirve se hace pequeño. Como una semilla minúscula, parece que desaparece en la tierra y, sin embargo, da fruto. Según nos dice Jesús, el servicio es el poder que transforma el mundo.
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