Opinión

El naufragio de una herida emocional

Sección Editorial

  • Por: Gina Goldfeder
  • 14 Septiembre 2024, 20:47

“Los eventos dolorosos de nuestra vida solo son eventos que ocurrieron y no describen quiénes somos en realidad”

Hemos sanado emocionalmente cuando dejamos de identificarnos con la herida. La armadura que utilizamos para protegernos se ha debilitado por la fuerza con la que nuestra voz auténtica ha aparecido. 

Con esta nueva conciencia es que podemos dejar las maneras en que nos hemos defendido y elegir actitudes que nos dirijan hacia una versión óptima de nosotros.

Salvarse del naufragio 

Un ejemplo que comparto con mis pacientes en relación a lo que acabo de mencionar, es el siguiente: Piensa que te encuentras naufragando en mar abierto, sostenido en una pequeña tabla, las olas son inmensas y te hunden cada vez que caen sobre tu cabeza, solo tienes unos instantes para tomar aire y luego ser arrollado nuevamente por el muro de agua. Estás sobreviviendo, tratando de no ahogarte y rogando no ser tragado por un tiburón. Así se siente el dolor de la herida emocional.

Cuando sufrimos y no sabemos cómo resolver qué nos ocurre, naufragamos en nuestra vida sin saber dónde estamos pisando. El trabajo terapéutico hace que la marea baje y puedas llegar hasta la orilla de la playa, sin embargo, estás exhausto y te quedas tirado en la arena un par de días. Así se siente trabajar la herida, ahí tumbado, casi inerte, el sol te ha llagado la piel, la sed ha agrietado tus labios y para colmo un cangrejo te camina sobre el pecho. No te puedes mover. Así se siente regresar al dolor del pasado.

Cuando has recobrado un poco de fuerza, empiezas a mirar a tu alrededor, pues sabes que permanecerás en esa isla por un tiempo, no sabes, siquiera, si podrás salir algún día de ahí. Así se siente cuando todo lo que hemos reprimido sale a la luz. Tu única motivación es vivir y comienzas a moverte, te levantas y vas en búsqueda de alimento y techo.

Encuentras cocos y retazos de palmeras con los que construyes un refugio. Así ocurre cuando comienzas a dejar atrás la herida. Al principio, las noches de silencio y soledad son aterradoras, algunos ruidos suenan a peligro. Así se siente la resistencia para ver la realidad de la propia vida. Sin darte cuenta, te sientes cada vez más seguro para poder enfrentar lo que venga.

Has aprendido a pescar, a prender fuego y a mirar con asombro el firmamento. Observas tus pensamientos, recuerdas tu historia y le das el significado justo. Tu voz es lo único que escuchas. Así se siente llegar al propio puerto. Hace mucho que ya no esperas ser salvado, te has acostumbrado a ser tú el héroe de tu historia. Así llega una oportunidad de vida para ti.

Es como un huésped que contempla un atardecer mientras se toma una margarita. Nos está esperando. Quiere que lo tomemos de la mano para ir a la aventura de lo desconocido. Porque la herida es una oportunidad de vida, es la grieta por la que se cuela la luz que nos hace verlo todo. 

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