Conocer la vida de los líderes de la historia y aprender de sus decisiones y logros es de gran interés, sobre todo cuando reflexionamos sobre valores fundamentales que pueden ser aplicados en distintos aspectos de nuestra vida; uno de ellos es la inteligencia.
Hace tiempo, mientras leía Africanus, el hijo del cónsul, de Santiago Posteguillo, recordé que la inteligencia y el conocimiento son condiciones básicas para plantear una estrategia y ejecutarla.
En este libro (y el resto de la trilogía de Escipión), el autor relata las guerras púnicas, un período en el que Roma se encontró al borde de la desintegración, donde dos grandes generales se enfrentaron en batallas que definieron la historia.
Escipión, uno de los militares más reconocidos de su tiempo, logró eventualmente vencer a Aníbal, el general cartaginés que llegó casi a apoderarse de Roma a fines del siglo III a.C.
El proceso que lleva a Escipión a recuperar el imperio es muy interesante. Aníbal —uno de los mayores estrategas de guerra de la historia— era un rival formidable.
El enfrentamiento entre Aníbal y Escipión no fue un simple juego de azar. Para vencer al enemigo, ambos definieron claramente sus objetivos y llevaron su inteligencia al extremo.
La coordinación de los ejércitos durante las guerras púnicas requirió un importante planteamiento de las metas en cada batalla, agilidad, destreza y un gran trabajo en equipo; pero sobre todo, una estrategia sólida, clara y bien ejecutada.
Los contrincantes lograron obtener información detallada sobre sus adversarios y sus recursos, además de conocer muy bien el arte de la guerra.
Por ello, sus acciones fueron efectivas: conocer al rival, la motivación de sus decisiones y anticipar las posibles consecuencias es esencial para lograr nuestras metas en un entorno competitivo.
Naturalmente, todas estas enseñanzas se traducen al mundo corporativo. Es vital entender que, en los negocios, como en la guerra, se opera bajo una gran incertidumbre.
Para incursionar en los mercados, necesitamos un plan de acción flexible que considere la poca certeza sobre las variables clave, así como agilidad para actuar ante un entorno incierto: no podemos cambiar los vientos, pero sí podemos ajustar las velas.
Escipión y Aníbal, dos grandes estrategas, nos enseñan que cuando la planeación se da a partir del conocimiento y somos capaces de ejecutar los planes con flexibilidad e inteligencia, nos encontramos más cerca de alcanzar nuestros propósitos.
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