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Opinión

Cuatro retos del(a) perdedor(a)

Siete puntos

1. Ya con los resultados de las pasadas elecciones prácticamente definidos, salvo algunas impugnaciones por aquí y por allá, es inevitable la pregunta: “¿y ahora qué?”. La participación política no se puede reducir al hecho de votar, sino que es permanente. Y así como la entrega anterior mencionaba los retos que tienen quienes ganaron, y señalaba cuatro: incluir, reconocer, cicatrizar e impedir. Quienes perdieron también tienen, en mi opinión, cuatro desafíos: la autocrítica, la vigilancia, la actitud propositiva y la imaginación viable, expresados con varias preguntas.

2. Una primera tarea, muy ausente en la idiosincrasia mexicana, es la autocrítica. Estamos acostumbrados a echarle la culpa a otros de nuestras derrotas, y es muy difícil asumir las propias responsabilidades. ¿Por qué la oposición no pudo convencer a la mayoría del electorado? ¿La candidata que escogieron era la mejor opción? ¿En verdad se prestó el INE para el fraude, ese que hace meses no podía tocarse, y por el que se hicieron masivas manifestaciones? ¿Cuál es mi percepción de quienes no votaron como yo? ¿En verdad son acarreados, interesados, ignorantes?

3. En segundo lugar, y reiterando que la participación política debe ser algo constante, urge desarrollar una estricta vigilancia de la función pública que iniciará en octubre. ¿Sabemos, por ejemplo, quiénes serán nuestros diputados locales y federales –ellos, no lo olvidemos, son empleados de la ciudadanía–? ¿Conocemos algún canal de comunicación –número telefónico, dirección electrónica, casa de gestión– para exigirle que cumpla con sus promesas de campaña? ¿Nos conformaremos con volver a votar dentro de tres años, y mientras tanto nos dedicaremos sólo a quejarnos?

4. Un tercer deber, sugiero, es tener una actitud propositiva. Me parece que, durante toda la actual administración, los opositores de la 4T se dedicaron a señalar sus errores –que los hubo–, muchas veces magnificándolos, sin proponer a cambio proyectos y programas que fueran atractivos para los posibles votantes. Es cierto que tenemos derecho a mostrar lo que está mal, a alertar sobre sus posibles peligros de continuar tal inercia, pero necesitamos también indicar los caminos que nos llevan a superar esos obstáculos para el desarrollo integral del país.

5. En relación al anterior, tenemos otro mandato imperioso: activar nuestra imaginación viable. Por ejemplo: ¿seguiremos votando por los mismos partidos de siempre? ¿Apoyaríamos uno nuevo, verdaderamente diferente a los ya existentes? ¿No será ya el momento de inscribirnos en alguna ONG (organización no gubernamental) u OSC (organización de la sociedad civil), cuyos trabajos van más allá del hecho electoral, y que buscan el bien común? “Si siempre hacemos las mismas cosas, los resultados serán siempre los mismos” (Albert Einstein dixit).

6. Hay que ser buenos(as) perdedores(as). No se vale reaccionar con deseos de venganza hacia quienes, se supone, votaron por el partido oficial. Degrada nuestra condición humana la narrativa de odio que, así parece, encabeza un conocido comunicador, al expresar que “ya no le dará propina al ‘viene viene’, ni le dejará el 10% al mesero, ni una moneda al ‘limpia parabrisas’, ni donará cuando haya un desastre natural o un terremoto, ni otorgará $10 pesos –sí, esa cantidad es la que daba– al ‘cerillo’ del súper, aunque sea adulto mayor”.

7. Cierre icónico. La Arquidiócesis de México, a través de su semanario Desde la fe, le acaba de hacer 10 peticiones a la presidenta electa: respeto, diálogo, libertad religiosa, defensa del bien común, escucha, atención a los más vulnerables, dar valor a la vida, ecología y medio ambiente, luchar por la paz y liderazgo ético. Me dicen que la doctora recibió de buen grado las solicitudes –a diferencia del diagnóstico sobre el país que le presentó la CEM y que no le gustó por “pesimista”–, y reiteró su disposición para continuar dialogando con las autoridades eclesiásticas.

papacomeister@gmail.com

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