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Opinión

Cuatro retos del(a) ganador(a)

Siete puntos

1.  Salvo las clásicas refutaciones y alegatos del día después electoral, todo parece indicar que Morena y su candidata consiguieron una victoria avasallante. Ya disfrutan las mieles del triunfo, y habrá qué analizar cómo se logró tan abrumador resultado. 

Por lo pronto, y habida cuenta de que la nueva mandataria tendrá como principal reto la relación con el hasta hoy inquilino de Palacio Nacional, van cuatro desafíos que, en mi opinión, ella y su partido deberán enfrentar en los próximos seis años: incluir, reconocer, cicatrizar e impedir. Veamos cada uno de ellos.

2. En primer lugar, habrá que incluir en la nueva gestión no sólo a simpatizantes y amigos; ni tampoco a quienes se les debe favores, sino a las personas más competentes. El siguiente gabinete no pude estar copado por cuotas partidistas o compromisos amistosos, sino por personas honestas y competentes. 

Y bien hará la próxima presidenta en abrir el abanico de funcionarios a integrantes de otros partidos, o a miembros de la Sociedad Civil que pueden ser muy útiles para la administración pública. Confío en que el próximo gobierno sea incluyente.

3. Un segundo reto es reconocer, aunque sea en las reuniones internas, los múltiples desaciertos de la administración que termina, a saber: las intromisiones de Palacio Nacional en las campañas, que convirtieron al proceso en una elección de Estado; el pésimo manejo de la pandemia y, en general, la atención a la salud y a la educación; la militarización rampante; la falta de resultados en el combate a la violencia; el hostigamiento diario a los organismos independientes; el desvío de presupuestos para las megaobras del sexenio, etc. Es de sabios aceptar sus errores.

4. En relación con el anterior está el tercer desafío: cicatrizar. Si votó un 60% del padrón electoral, y la ganadora obtuvo el 50% de esos sufragios, quiere decir que por ella se inclinó el 30% –la mitad del 60%– de los posibles votantes. Es decir, el 70% de quienes podían votar –el 40% del total no lo hizo por variadas razones– no apoyaron a quien venció. 

Las cifras, reales, que colocan a la ganadora con un triunfo arrasador, con el mayor número de papeletas a su favor, se matizan con estos datos. Urge que la nueva presidenta y su partido se acerquen a ese gran bloque.

5. Por último, y como sucede con cada cambio de gestión, es necesario impedir ya sea que se repitan los errores del pasado, ya que se cometan nuevos. Uno de ellos tiene que ver con la corrupción que, pareciera, sólo cambió de manos en este sexenio. Otro: el uso de la polarización como ardid de campaña política permanente, generadora de fobias y enemistades, manifiestas sobre todo en las redes sociales. 

Si es cierto que el presidente saliente fue un efectivo catalizador de resentimientos ancestrales en los sectores más vulnerables, su sucesora tiene la misma misión.

6. Saber ganar siempre ennoblece. No hay peor cosa que burlarse del derrotado, y extender la mano pacificadora después del combate refleja lo mejor del vencedor. Aunque todavía con impugnaciones y reclamos en puerta, será difícil que se modifique la tendencia de los resultados.

Mucho se escribirá sobre por qué de tal voto mayoritario. De cualquier manera, el partido vencedor y su candidata, hoy presidenta, tendrán que enfrentar los desafíos mencionados. En la próxima entrega veremos los que, en mi opinión, son los cuatro retos de los perdedores.

7. Cierre icónico. Irene Vallejo nos recuerda un dicho del sabio chino Lao Tse, muy atingente para los triunfadores y los derrotados del domingo: “El éxito es tan peligroso como el fracaso. Al subir como al bajar un peldaño, la posición es inestable. Sólo con los dos pies sobre el suelo mantendrás siempre el equilibrio”. “Conocemos de sobra los estragos del fracaso –dice la autora del Infinito en un junco y de El Futuro recordado–, pero no somos tan conscientes de los riesgos de ganar”. Ni el que vence lo hará siempre –digo yo–, ni el que pierde lo sufrirá sin cesar.

papacomeister@gmail.com

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