Opinión

Democracia sin minorías

Sección Editorial

  • Por: Oscar Tamez
  • 01 Noviembre 2024, 00:19

Algo pasa con nuestra democracia; pareciera que su vigencia está condenada y la presencia de los diferentes estorba. En una democracia cohabitan los diferentes; se toleran, se respetan y llegan a acuerdos medios.

Nunca se impone la verdad de un grupo, aunque éste sume a la mayoría de los individuos. En los discursos oficiales se dice que ellos representan la voluntad del pueblo; por tanto, hacen lo que el pueblo ordena.

Esto es una falacia, una manipulación del lenguaje. El pueblo no ha ordenado nada; tampoco es cierto que el grupo en el poder representa a la mayoría de los mexicanos.

Si nuestra democracia fuera pura, es decir, si en realidad gobernaran las mayorías, tendríamos que ordenar una nueva elección, pues más de 37 millones de electores no votaron, una cantidad muy superior a los menos de 34 millones que votaron por la candidata del oficialismo.

Entre esos 37 millones y los 22 millones que votaron por otra opción perdedora, la mayoría de los electores dijeron “no” a quien hoy gobierna. Es falso que en el poder esté quien representa a las mayorías en este país.

Sé que habrá quien discuta mis números y afirme que esos 37 millones de no asistentes a una urna no cuentan y que se aguanten por no votar; pero, entonces, si aceptamos esto, tampoco es cierto que el actual poder represente al pueblo; en su caso, representa a una fracción minoritaria.

En este contexto de medias verdades, medias mentiras y manipulaciones de la verdad, pretender imponer una forma de pensamiento a todos es excluyente y, por momentos, autoritario.

Nada ganamos los 130 millones de mexicanos si una fracción de nosotros gana una victoria pírrica, es decir, un triunfo donde terminaremos sufriendo vencidos y vencedores.

Necesitamos unir al pueblo, no fracturarlo más. El pueblo demanda seguridad, lo mismo quienes votaron por el gobierno como quienes no lo hicieron; todos queremos vivir sin miedo, sin contaminación, con espacios para la cultura y hasta para el debate político.

Acallando a los diferentes no se gana. Es tiempo de ignorar las diferencias y exaltar los puntos de cohesión. El pueblo quiere paz, no más discursos de odio; quiere un entorno donde criar a sus hijos, no un estado fallido en el cual los coches bomba estallen en las calles.

Necesitamos reconciliación; en el poder está la opción para iniciar la unificación que puede sanar a la nación. Es urgente que militantes de cualquier corriente política, religión o alguna forma de agrupamiento ideológico entiendan que frente a sí está un ser humano que piensa distinto, pero que tiene las mismas necesidades y que, tal vez, sea ese quien mañana tienda una mano ante un acto de inseguridad, violencia o calamidad natural.

Si se insiste en aniquilar a los 22 millones que piensan distinto al actual régimen y a los 37 millones que no salieron a las urnas, más temprano que tarde el país estará en conflictos internos graves. Es momento de escuchar a las minorías; en toda democracia es así.

Regresemos a la nación al camino de la democracia; que aporten los iguales y los desiguales en este proyecto, pues ha de llegar el día en que no haya nación por disputar. En los países donde cohabitan solamente los iguales se les llama teocracias o dictaduras.

Pongamos juntos algo en bien de la democracia o mañana seremos todos quienes paguemos las consecuencias. Es falso que un sector de la población represente al pueblo. Seguro estoy de que, si se pregunta al pueblo, éste pedirá paz, concordia, conciliación. Seguro el pueblo abrazaría al pueblo, sin importar si pertenecen a la mayoría o las minorías.

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