Ser bombero es uno de los oficios más nobles que existen: personas que, sin dudarlo, arriesgan su vida para salvar a otros como un acto de amor y servicio.
Sin embargo, en Nuevo León, estos héroes cotidianos operan bajo condiciones de precariedad, sin el reconocimiento oficial de su labor y, mucho menos, sin las herramientas para garantizar sus derechos laborales, su bienestar y seguridad.
Actualmente, los cuerpos de bomberos en el estado sobreviven gracias a donaciones y colectas, dependiendo de la generosidad de la ciudadanía para mantenerse a flote. Tras la pandemia, la situación de los Bomberos de Nuevo León era lamentable: tuvieron que cerrar estaciones ante la falta de presupuesto, incapaces de adquirir material de protección para protegerse a ellos mismos. La situación nunca mejoró.
Esta situación es inadmisible en un estado que, año con año, enfrenta incendios devastadores que ponen en peligro la vida de miles de personas y afectan gravemente nuestro medio ambiente.
Resulta paradójico que, año tras año, las autoridades estatales y municipales se llenen la boca con discursos de agradecimiento hacia los bomberos, organizando ceremonias, entregando reconocimientos simbólicos y anunciando incrementos en su presupuesto ante una emergencia.
Pero, ¿de qué sirve esto si no tienen certeza laboral y económica de manera sostenida?
Como diputado local, presenté una iniciativa para cambiar esta realidad. Propuse una reforma al artículo 132 de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Nuevo León para reconocer a los bomberos como servidores públicos, otorgándoles certeza laboral, acceso a seguridad social y una partida presupuestal fija con participación municipal. Esta medida pretendía ser un reconocimiento y la voluntad de saldar una deuda histórica hacia la invaluable labor que realizan. Sin embargo, la iniciativa fue congelada en el Congreso y, hasta la fecha, nadie ha retomado la lucha para dignificar a quienes nos protegen del fuego.
Mientras tanto, los incendios siguen ocurriendo. Lo hemos visto en estas últimas semanas: más de 300 incendios en un sólo día, con aires incontrolables. La imagen era apocalíptica.
Por eso, era sumamente doloroso ver imágenes de nuestros bomberos salir a, literalmente, salvar el día, sólo para imaginar que, semanas después, serán ellos mismos quienes tengan que salir a las calles a pedir dinero para reparar sus camiones, comprar equipo o simplemente mantener operativas sus estaciones.
Cada peso que falta en sus presupuestos es un riesgo directo para la vida de quienes dependen de sus servicios.
Si bien celebro que el Gobierno del Estado haya anunciado el incremento de los recursos para los Bomberos de Nuevo León, esto no puede estar sujeto a la voluntad política.
Lo que los bomberos merecen es ser integrados a la nómina estatal, garantizar un presupuesto digno año tras año y asegurar sus derechos laborales. Hacerlo no es solo una cuestión de justicia social, sino un acto de responsabilidad hacia la seguridad de toda la ciudadanía.
Espero que, con este último episodio, el Congreso de Nuevo León tome la iniciativa para corregir esta deuda histórica. Los diputados locales tienen en sus manos la posibilidad de hacer la diferencia, retomando y aprobando la iniciativa que presenté para darle estabilidad a los bomberos. Por su parte, y haciendo eco de su promesa de gobernar de manera conjunta, espero que el Ejecutivo Estatal no tarde en apoyar e implementar dicha iniciativa.
Es hora de que Nuevo León salde esta deuda protegiendo a quienes nos protegen a nosotros.