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Opinión

Otro dedazo presidencial, 1973. Primera parte

Pensando en La gente

A pesar de que el PAN le volvió a dejar el camino libre al PRI para la elección municipal del 2 de diciembre de 1973 al negarse a participar en dichos comicios, la dirigencia del tricolor batalló para controlar las aspiraciones de sus líderes locales, empeñados en realizar procesos internos de selección. Ante esto, recurrió a su práctica infalible: el dedazo desde la Ciudad de México. Veámoslo a continuación. 
 
El proceso previo de la precampaña municipal estuvo marcado por el asesinato de Eugenio Garza Sada, perpetrado el 17 de septiembre de ese año. Al día siguiente se efectuó el funeral del empresario regiomontano. Se ofició misa de cuerpo presente a partir de las 16:00 horas, en la Iglesia de la Purísima, donde después partió el cortejo fúnebre rumbo al Panteón del Carmen. Ricardo Margáin Zozaya fue el encargado de recitar la oración fúnebre. Frente al presidente Luis Echeverría Álvarez, criticó duramente la labor gubernamental de los tres órdenes de gobierno, un discurso que causó polémica nacional en los días posteriores. Un testigo describió en una entrevista la reacción del mandatario: 
“Vi a Echeverría todo el tiempo, no lo perdí de vista. En un momento toma el micrófono Ricardo Margáin Zozaya, presidente del Consejo Consultivo del Grupo Monterrey, y empieza su oración fúnebre. En la parte donde Margáin dice, más o menos —aunque no acusa directamente a Echeverría, pero sí al gobierno de cómplice en un asesinato de este calibre—, el semblante de Echeverría le iba cambiando. Entonces dio una orden de ‘nos vamos’, y en ese momento, yo lo viví, el Estado Mayor Presidencial empezó a aventar gente para abrir una vereda y sacó a Echeverría a medio sepelio. Ahí se quedó Víctor Bravo Ahuja (secretario de Educación).” 
 
Acción Nacional denunció que los sucesos del 17 de septiembre y los demás actos de violencia que se vivían en el país eran muestras de “la bancarrota político-social que está atravesando la nación”. Aseguró que faltaba autoridad en todos los niveles, que las leyes eran violadas y la ciudadanía se encontraba a merced de los criminales.
 
El 24 de septiembre, Eduardo Segovia Jaramillo tomó posesión como presidente del Comité Directivo Estatal del PRI. Florencio Salazar, delegado nacional, fue el encargado de tomarle la protesta en representación de Jesús Reyes Heroles, presidente nacional de este instituto político. Con la nueva dirigencia, se reformuló el proceso interno, pretendiendo borrar la participación activa de los tres sectores del partido, planteándose la existencia de un tapado, el cual sería elegido por la alta dirigencia priista y no por las bases. A pesar de esta directriz, grupos hacia el interior del partido comenzaron a manifestar apoyo a ciudadanos y militantes de la localidad. En la primera semana de octubre, la CNOP destapó al C.P. Alejandro Belden Azcárraga como su candidato a alcalde, quien se desempeñaba como secretario de Servicios Sociales y Culturales.
 
Los anuncios anteriores provocaron inconformidades. La Coalición Revolucionaria de Nuevo León publicó un desplegado de media página titulado “Carta Abierta al Lic. Jesús Reyes Heroles”, donde expresaron su desacuerdo por las precandidaturas otorgadas a priistas de poco arraigo y sin la fuerza revolucionaria. Cuestionaron la postulación de personajes “ligados al conservadurismo nuevoleonés, que traicionarían los postulados de la Revolución Mexicana.” 
 
Por si esto no fuera suficiente, el 5 de octubre un grupo de cooperativistas, pequeños comerciantes, trabajadores del volante y campesinos adheridos al PRI acudieron a las oficinas del partido para apoyar a Porfirio Díaz Treviño como precandidato a la alcaldía, a quien reconocían como alguien “de conciencia revolucionaria, arraigo entre las masas y pleno conocimiento de la problemática del pueblo”. Al día siguiente, otra corriente del partido postuló la precandidatura de Emilio González Zambrano, respaldado por trabajadores electricistas, sindicatos de peluqueros y organismos colegiados de profesionistas.  Dos días después de su “destape”, ofreció una entrevista donde aseguró que “el partido recogería la voluntad popular y escogería a un candidato de vivir honesto y que haya demostrado lealtad a su vocación en el servicio público”. No se consideraba ni de izquierda ni de derecha, sino de centro, de extracción de clase media. Se declaró liberal, nacionalista y juarista, y mencionó que él, Alejandro Belden Azcárraga, Alfonso Rangel Guerra y Porfirio Díaz Treviño “eran los cuatro finalistas que aspiraban a obtener la candidatura de Monterrey.”
 
Posteriormente, en una entrevista, el dirigente tricolor Eduardo Segovia Jaramillo legitimó las aspiraciones de los priistas y aseveró que en el partido había espacio para todas las manifestaciones democráticas: “Tenemos en cuenta que los soportes de nuestro partido son los obreros, los campesinos y nuestras clases populares. A su vez, el partido apoya a los miembros de estos grupos en todo proceso de movilidad social”.
 
Para el 11 de octubre, la candidatura de Emilio González Zambrano se daba por ganada. Centrales obreras, sindicatos y demás organizaciones ligadas al PRI respaldaban la postulación del joven profesionista regiomontano. Sus seguidores aseguraban que representaba al zorrillista más leal del partido y al echeverrista más efectivo del país. 
 
De la noche a la mañana, la manifiesta preferencia dio un giro de 180 grados. González Zambrano dejó de ser el candidato ideal para Monterrey. Para la mañana del 13 de octubre, se anunció que Leopoldo González Sáenz, exalcalde regiomontano, sería registrado como candidato de unidad para representar al PRI en las elecciones municipales del 2 de diciembre. Esto, desde luego, generó protesta y resistencia en el interior del partido. 
 
En lo sucesivo, la tarea de la dirigencia se enfocó en limar asperezas e imponer sus decisiones en los tres sectores del partido, dejando en claro que a ella le competía designar a los candidatos para las presidencias municipales. 

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