A casi tres años del inicio de la administración estatal y a muy poquito tiempo, tanto de terminar como de iniciar la nueva administración federal, bien vale la pena, estimado lector, y en un sano ejercicio de evaluación en torno a lo que deberían ser, al menos, las proyecciones de beneficio social trazadas en el sentido común de las cosas, se hace indispensable hacer, si no un concienzudo análisis, sí uno somero y por encimita en nuestra conciencia para revisar el estado de las cosas a fin de identificar el terreno que hemos avanzado, si es que lo hemos hecho, o al menos reconocer el terreno en el que estamos parados.
Y es que, aunque sería innegable el avance en el reloj del tiempo, el movimiento en la inercia del tren de la vida nos avienta en su dinámica a estar atento a los nuevos episodios del presente, dejando a un lado y generalmente para el olvido aquellos pasajes adversos vividos en el pasado que sorteados a través de la distancia, se van quedando como espejos llenos de polvo, sin poder transmitir el reflejo emocional pleno de lo vivido en aquellos momentos y que por su condición polvorienta y arrumbada, sólo representan un número para la referencia y que al final, por tratarse de la máxima de que “los números no mienten”, es la mejor forma de evaluar el estado de las cosas.
Como en lo particular el servidor de ustedes no cuenta con los diferentes tipos de números, los exactos, los precisos, los oficiales, los estimados, los maquillados, los reales y los de “los otros datos”, será necesario, estimado lector, para que hagamos una eficiente evaluación de las cosas, que atraigamos de nuestra conciencia y en un arrebato de sinceridad aquellos números empolvados y arrumbados en el pasado.
Y para arrancar esta evaluación personal, estimado lector, y en el caso local, para nuestro gobierno estatal, que apenas a tres años de administración ha ido navegando en medio de las dificultades de las turbulentas aguas de la política en la que algunas veces ha provocado tempestades y otras tantas ¡también!, el estado actual de las cosas es más o menos lo mismo, si no es que peor que hace tres años: encontronazos, diferencias, vetos, conflictos y mucho pero mucho desgaste, además del irreparable tiempo perdido en tres años de pleitos que en lo particular nos arrojan pienso, resultados negativos.
En torno al Legislativo local, la batalla campal ha sido descarada en la lucha por proteger los intereses particulares de las diferentes bancadas, lo que ha dejado un muy mal sabor de boca al ciudadano que espera que tras la reciente reconfiguración de poder expresada en las urnas ésta no vaya a ser alterada nuevamente con la compra de voluntades de los nuevos diputados.
En relación a los servicios que ofrece la autoridad, esta evaluación en nuestra conciencia debe contar en sus parámetros, al menos con dos apartados para el otorgamiento de puntos; uno, el básico, en la eficiencia en la prestación del servicio, y dos, la capacidad administrativa de gestión, manejo, planeación y ejecución del servicio que se presta.
Y así pues, estimado lector, en la conciencia usted puede evaluar, por ejemplo, a nivel local, el servicio que le ofrece la ciudad a través de sus arterias, sus vialidades, si son vialidades sanas, descongestionadas, sincronizadas, bien señalizadas, sin baches, limpias, etc., etc., y también el manejo administrativo y ejecutivo de ese servicio. Y esto independientemente de los destrozos ocasionados por Alberto.
Ahora bien, los rubros de transporte, donde sí debemos reconocer tenemos mejores unidades, hay que evaluar si con ello la prestación del servicio ha mejorado, pues el hecho de informar de grandes números en las inversiones esto no siempre significa efectividad en sus resultados, como por ejemplo en el área de seguridad, energía eléctrica, abasto de agua, salud y otros servicios que atañen directamente en el bienestar de las comunidades.
Por ello, esta evaluación en nuestra conciencia debe incluir la percepción que tenemos sobre la corrupción, seguridad, salud, políticas públicas, inversión, disminución de la pobreza y muchos otros rubros que nos atañen.
Así pues, estimado lector, más allá de la numerología de los datos exactos, los precisos, los oficiales, los estimados, los maquillados, los reales y los de “los otros datos”, los números que realmente valen son esos que surgen de este tipo de evaluación que debemos de hacer de forma íntima y personal en el interior de nuestras propias conciencias para saber en dónde estamos parados y hacia dónde nuestras decisiones electorales nos están llevando.
Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que este nuevo amanecer se traduzca en un reflexivo día, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.