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Opinión

Mi madre y los pensionados de Nuevo León

Sin Censura

“A mí me da pena este hombre porque habla solo”. Se lo dijo una madre que sufre un ictus a su hijo, periodista español, mientras veían por televisión el reciente discurso del Rey. 

Mi madre habla también con las personas que salen en la televisión de su cuarto. Sin embargo no le da pena verlos hablar solos porque ella ya no entiende de penas. Ni propias ni ajenas. 

O quizá sí le dan pena porque habla con ellos. Los regaña, los reprende, los consuela en el idioma que se habla en el país del Alzheimer. Ella se mudó a esas lejanas tierras hace muchos años. Un viaje largo y sin retorno. 

Mi madre es pensionada pero como si no lo fuera. En la unidad médica a donde habría que trasladarla un mal día de estos, no hay atención ni buenos cuidados. Un hospital sin hospitalidad. 

A muchos pensionados en Nuevo León el sistema los deja hablando solos. Faltan camas, doctores y medicamentos. Falta amor al prójimo, mucha caridad y hablarles tiernamente. 

El sistema es un ente frío; trata con frialdad y habla hipócritamente, aunque en el fondo te mire con desprecio. 

Un filósofo, de esos que hablan solos porque nadie los entiende, dijo que hace mucho tiempo dejamos de ser individuos para ser solo “dividuos”. Una cédula, un número de identificación, una clave o un código de identidad. Ya no individuos sino simplemente “dividuos”, decía Gilles Deleuze. 

Cuando la madre del periodista español le comentó a su hijo: “a mí me da pena este señor porque habla solo”, el periodista se rió. Y la madre le espetó: “más pena me das tú porque te carcajeas solo”.

Yo también me río cuando veo a mi madre hablarle a la televisión. Pero mi madre siempre ha sido una mujer buena; generosa y buena. Así que voltea a verme y se ríe conmigo. Nos reímos juntos con mi hermana Hilda, otra mujer buena que cuida a mi madre y le da el medicamento a sus horas. Y su alimento a sus horas. Y su tratamiento a sus horas. Y su atención tierna a todas horas. 

Yo sueño con un 2025 en paz para todos nosotros. Arde el mundo pero debería haber rincones de salvación para que las almas piadosas, como la de mi madre que habla con las personas de su televisión para que no se sientan solas, puedan vivir en paz. Tranquilas y en paz. 

Yo no sé si sea una simple ilusión desearte un feliz y próspero Año Nuevo. Que venga lo que tenga que venir. Y que tengamos confianza para recibir con valentía lo que el destino nos depare a cada uno de nosotros. La alegría es ser valiente. Y mi madre siempre ha sido una mujer valiente. Seámoslo también nosotros.

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