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Opinión

La Huasteca: el lugar sagrado que siempre debió ser

Luz sobre luz

Para la comunidad wixárika, o sea, los llamados huicholes, la zona montañosa de la Huasteca en Nuevo León es un lugar sagrado, un centro ritual ceremonial que representaría algo así como un “portal energético” y, por lo tanto, debe mantenerse como una zona natural que hay que respetar y cuidar.

Un concepto muy distinto al que parecen tener, en años recientes, numerosos nuevoleoneses del lugar, quienes han equipado quintas allí para uso recreativo comercial, y donde se escucha música a alto volumen y se consume alcohol en grandes cantidades.

Lo cierto es que la Huasteca nuevoleonesa se ha convertido en los últimos 20 años en un lugar complejo y lleno de contradicciones, incluso peligrosas, pues mezcla el uso ecoturístico —ciclistas que acuden muy temprano, familias que van de paseo, corredores, escaladores— con el residencial —se venden propiedades dentro, aprovechando el uso de suelo que mantienen ciertos “lunares” que ya estaban habitados antes de convertirse en parque nacional—, y con el festivo —es zona de fiestas y salones en renta, que, por cierto, no tienen el permiso para ello—.

Por eso ya se han sufrido tragedias, cuando personas en estado de ebriedad salen manejando casi al amanecer por sus peligrosos y oscuros caminos, y se topan con deportistas que llegan a esa misma hora a aprovechar la hermosa naturaleza del lugar.

Sin embargo, mucha actividad se frenó desde este verano del 2024, luego de que el 19 de junio llegara la poderosa tormenta Alberto, como si los dioses wixárikas hubieran mandado un correctivo, pues la misma destruyó caminos e imposibilitó el tránsito como se venía realizando, al punto que tuvo que cerrarse el lugar y dejar accesos controlados sólo para residentes.

Las fiestas alocadas se frenaron en buena medida, pero también se complicaron las entradas y salidas de los residentes que poseen una estancia legal en el lugar. Desde entonces, se sigue analizando y discutiendo el futuro que deberá tener la Huasteca a raíz de esta interrupción forzada.

Deberíamos hacerle caso a los wixárika: la Huasteca debe ser un parque nacional con esa vocación dominante, un lugar al que respetamos como naturaleza para paseos sanos, deportivos, para reverenciar y homenajear la apabullante belleza que nos brinda este rincón de la creación.

Un paso que suena prometedor se dio este fin de semana, el 24 de noviembre, pues se firmó el acuerdo para crear un mando único —nunca antes creado— que regulará la Huasteca, coordinado por el Gobierno Federal a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), la Secretaría de Medio Ambiente Estatal —del gobierno de Nuevo León— y la autoridad municipal de Santa Catarina.

El gran problema que siempre tuvo la Huasteca es que tendría que regularla y vigilarla el gobierno federal, por ser parque nacional, pero las delegaciones respectivas nunca han contado con suficiente personal.

Por eso fue un gran paso que el municipio de Santa Catarina, hoy encabezado por el alcalde Jesús Nava —recién convertido al partido Morena—, obtuviera la jurisdicción del manejo y vigilancia del río Santa Catarina dentro de la Huasteca, para así poder regularlo y evitar los asentamientos irregulares y toda la serie de malas prácticas que persisten en la zona.

Ahora, con este mando único, quien se encargará de vigilar y dar mantenimiento será justamente el personal municipal con algo de personal estatal, lo que debe garantizar el cumplimiento de la ley como nunca antes. Ojalá que así suceda.

Y, aunque suene polémico, lo cierto es que los caminos destruidos deberían quedarse mejor como caminos de terracería, o al menos de “montaña”, en vez de pavimentarse y ampliarse como estaban antes, de manera que no inviten a altas velocidades y mucho menos a convertir el lugar otra vez en una “gran cantina”. 

Ojalá que el acceso se quede controlado a manera de parque nacional, sin discriminar a ningún visitante para ecoturismo, pero imposibilitando otro tipo de actividades que violen la vocación de la zona. Y que también se frene por completo el crecimiento de nuevos desarrollos habitacionales.

Alguna fuerza desconocida deben tener los wixárika que anualmente vienen en su peregrinación a la Huasteca y buscan que se preserve el lugar, pues otro gran proyecto que fue fallido, hasta ahora, fue ese mega negocio inmobiliario que se preparaba, llamado Valle de Reyes, manejado por poderosos empresarios locales. Nomás no ha podido concretarse. Quizá es el gran ojo vigilante de los wixárika.

Aprendamos de ellos. Respetemos y procuremos esta maravillosa naturaleza que es la Huasteca de Nuevo León.

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