Una frase muy popular dice “solo el que carga el morral, sabe lo que trae adentro” desgraciadamente muchas veces ni el mismo que lo carga lo sabe.
Hace varios años que leí un libro donde el autor mencionaba como cuando alguien no tuvo un apego seguro durante su niñez, puede desarrollar en su edad adulta una gran cantidad de trastornos relacionales y consigo mismo relacionados con la seguridad, el afecto y la empatía, que le producen infinidad de conflictos.
Y en esa misma línea uno de mis maestros espirituales ha trabajado y trabaja con gran cantidad de adultos para ayudarles a sanar a su “niño interior” y se ha dado cuenta, según comenta, cómo hay tantas heridas sin sanar que vienen de la infancia y que muchas veces las echamos a la trastienda.
De tal manera, que, queriendo olvidar dichos eventos desfavorables, no somos conscientes cómo esos mismos dolores no resueltos, nos generan actitudes desfavorables en la edad adulta, todo ese sufrimiento, esos abusos, esas burlas, esas vejaciones, se cargan en el morral del subconsciente, y aunque cargamos el morral, no sabemos lo que trae adentro.
Yo mismo he conocido personas que experimentan día a día este malestar y aunque con esto no quiero decir que yo no tengo temas de la infancia por resolver, ni que soy consciente de todas estas áreas de oportunidad en mí, he podido constatar heridas que generan sufrimiento en personas cercanas y es doloroso verlas sumidas en su rumiación y su desborde emocional día tras día.
Y en este momento que escribo recuerdo el caso de Damián, un hombre hoy adulto, exitoso, exigente e intolerante hacia las personas “débiles de carácter” como el las cataloga.
Damián vivió una infancia donde fue víctima de muchos abusos, insultos y violencia por parte de un padre alcohólico y la indiferencia al menos aparente de su madre sumisa y pasiva.
Viviendo en una extrema carencia económica y blanco de las burlas de sus compañeros de la escuela por temas de su aspecto físico, el se esforzó por ser el mejor de la clase y fue logrando éxitos académicos y posteriormente, en su edad adulta, éxitos laborales.
Cuando alguien ve hoy a Damián, ve a un hombre educado, académicamente preparado, con muchas metas laborales logradas, pero pocas personas saben que detrás de ese ejecutivo está aún el niño que no fue amado y que fue burlado, y que sigue buscando ser aplaudido y reconocido, por lo que cuando alguien critica su trabajo o su conducta, explota en ira, y pierde los estribos alegando que nadie más pasará por encima de él.
Ha desarrollado una piel muy delgadita que ante el menor roce le causa un ardor y una exaltación que lo hace sobredimensionar las cosas y atrincherarlo en una conducta defensiva que muchas veces no es congruente a la situación que se vive.
Por lo que es muy importante reflexionar si nosotros no tenemos esas heridas de la infancia, que claro que dolieron, pero que son parte de un pasado que ya no existe y que no tenemos porque estar siempre viviendo una guerra que sólo existe en nuestro ego herido e ignorante.
Hasta el siguiente momento presente.