Dice la sabiduría popular: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Luego, también dicen que “casi nadie experimenta en cabeza ajena”.
Así, en nuestra área metropolitana, algunas empresas reciben los embates de quienes se sienten afectados por su operación y se quejan ante las diferentes instancias. Sucede que esos casos se vuelven famosos con ayuda de organismos de periodismo de investigación, apoyándose en la corresponsalía de medios internacionales y luego dando réplica de lo que dicen los de afuera que sucede en nuestro estado.
En repetidas ocasiones me he referido a que la sociedad regiomontana ha generado riqueza creando mucha industria, la cual ha sido exitosa y ejemplar en muchos sentidos. Sin embargo, los fundadores de muchas de esas empresas —por generación, nuestros abuelo—s se ocuparon de los billetes, pero en aquellos tiempos no se detenían a pensar en eso del medio ambiente, y mucho menos en cosas como el cambio climático o los temas actuales. Existe el antecedente de que muchas de las personas que trabajaron en las empresas más emblemáticas murieron jóvenes sin encontrar la causa. Hoy, la ciencia médica está mucho más avanzada y se puede determinar qué tipo de enfermedades están relacionadas con la forma de vida, alimentos, exposición a sustancias, etc.
Derivado de temas actuales, a los que no me voy a referir por su nombre, pero que —lo encuentran en la tabla periódica— para no entorpecer las investigaciones que realizan autoridades competentes, algunos se duelen de cosas que les dijeron que encontraron en un estudio anterior. Para ser objetivos, tienen que robustecerse con diferentes opiniones científicas de personas que tengan el expertise en el tema de estudio. En la localidad hay muy buenos expertos.
Las emisiones de las empresas de ciertos giros están reguladas por la federación, y ahora que ya vinieron a revisar e intervenir en la negociación señalada en medios, otros quieren aprovechar para que, de pasada, le den un llegue a otras empresas, sin importar la nacionalidad de sus directivos, incluso empresas propiedad del gobierno federal. Eso puede estar muy bien, solo conviene informarse y activar el pensamiento crítico para saber si lo que dicen los mensajeros es correcto, está fundado en verdaderos expertos o si es una versión que persiga intereses —ya fuera de competidores en los giros de negocio— o si lo que se pretende es que ciertas mercancías no ingresen al país en la nueva era del presidente Trump, para que se queden con sus tóxicos, o si están cada vez más activos los ambientalistas persiguiendo todo lo que a su criterio esté mal. ¿Cuál es el verdadero fondo de ir contra una empresa o varias que tienen muchos años de estar instaladas en la metrópoli? Algunas personas especulan que hay quien se interesa por los terrenos donde están situadas. Otros cuestionan: ¿quiénes autorizaron la instalación de asentamientos humanos tan cerca sin cuidar el área de contención o amortiguamiento de partículas? En fin.
En mi participación en la construcción del Pigeca, que es un programa a 10 años (tema que utilicé para elaborar la tesina de mi maestría en Derecho Energético y Sustentabilidad), dialogué con muchas de las empresas con las que he podido interactuar y que defienden sus procesos y emisiones, argumentando estar dentro de lo que marca la norma. Les hemos sugerido que busquen anticiparse a la modificación de las normas, que tienen muchos años, y que las autoridades ambientales están buscando actualizar.
En ellas, con toda seguridad, serán menos permisivas o más estrictas, y entonces les será urgente realizar los cambios en sus procesos industriales tendientes a la reducción significativa de emisiones.
Aquello les obligará a realizar inversiones importantes, en su flujo y proceso, quizá en cambios de energéticos, herramientas, filtros recuperadores de partículas, entre otras adaptaciones tecnológicas, para lograr bajar esas emisiones que se liberan y nos la regalan a todos los que aquí respiramos. No es un tema fácil, pero les hemos insistido en que, independientemente de la competencia, ya sea local o federal, la regulación que hacen los organismos ciudadanos y la población en general es más efectiva (no obedecen formalidades) y, en pocos minutos, pueden activar diversos actos que alteren la imagen de sus negocios, incluso con mucha facilidad impactando en sus clientes que exigen cumplimientos ambientales internacionales o reduciendo el valor de sus acciones en bolsa. Así que, si ves que al vecino ya le cayó la ley, comprométete y actúa para la supervivencia empresarial.
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Fb. Luis Gerardo Treviño García
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