Cuando las expectativas de cómo hay que ser, hacer o comportarse, no se cumplen, vienen las consecuencias, que no dejan a las personas seguir avanzando.
El otro día en terapia, una adolescente comentaba lo siguiente: “Cuando estás acostada en tu cama en la noche y empiezas a pensar en todo lo negativo: Nadie me quiere. Nadie quiere ser mi amiga. Estoy sola. No tengo a nadie con quien hablar el día de mañana”.
“Y te miras en el espejo y no notas las cosas buenas de tu cara, sino que ves más cada pequeño defecto. O quizás piensas: ‘Todas mis amigas tienen novio, pero yo nunca lo tendré’”. Miedo, ansiedad, vergüenza, odio a ti misma… pensamientos que no dejan avanzar.
Dentro del modelo psicológico que se conoce como terapia breve sistémica, uno de sus fundamentos epistemológicos, nos habla del construccionismo social, el cual nos permite explicar cómo vamos cocreando la realidad donde nos toca convivir con los demás, y esta teoría nos habla que existen dos realidades, del primer orden y del segundo orden.
La realidad de primer orden es aquella que todos percibimos, como la luz, el viento, los objetos materiales, la presencia o ausencia de las personas, incluso podríamos decir que el tiempo, ya que todos podemos ver en un reloj la hora que marca.
La realidad del segundo orden, es un poco más compleja, porque incluye a la percepción, y ahí sí somos bien diferentes todos, ya que está construida a partir de las experiencias de vida que nos ha tocado recorrer a lo largo de nuestra existencia, pero también de lo que otros nos han compartido, a través de sus narraciones o su experiencia.
Y es en esta realidad de segundo orden o percepción, donde la mayoría de las personas se mantienen cautivas, y por qué no decirlo ahogándose.
Hay un sinfín de historias que les indican cómo es que hay que ser, hacer o comportarse, y cuando estas expectativas no se llegan, vienen las consecuencias, las cuales, por esta narrativa inquisidora, no deja que las personas sigan avanzando.
Las emociones son muy, muy poderosas. Tenemos a toda la cultura gritándote en todo tipo de publicidad y entretenimiento.
Los padres, en muchas ocasiones, han creído esas historias también. Estás siendo bombardeada por supuestos amigos, a través de los medios de comunicación, el entretenimiento, tus profesores y, por qué no, las hormonas.
Lo primero que tenemos que brindar a nuestros adolescentes, es la opción de descubrir todas estas narrativas confusas o culturales, esas mentiras. Muchos jóvenes sufren en silencio por el temor de confesar que tienen miedo o sienten vergüenza por sus acciones. “Si la gente realmente supiera quién soy, me rechazaría”, suelen pensar.
“Lo que pensamos con nuestro corazón, así somos; aquello en lo que ocupamos nuestra mente y en lo que meditamos, es en lo que empezamos a creer. Y lo que creemos se refleja finalmente en la forma como vivimos”.
Con esta reflexión, hacemos que los jóvenes consideren la alternativa de dejar atrás el malestar, enfocarse en la realidad actual y sacar su mejor versión. Es cierto que las acciones tienen consecuencias, pero también hay alternativas más amables de convivir con ellas.