Los niveles de exigencia a los que nos sometemos pueden ser paralizantes, necesitamos definir prioridades y conectar con la familia.
La semana pasada tuve entrevista con unos padres de familia en terapia, como para muchos de nosotros, la atención estaba enfocada en encontrar un espacio, donde se pudieran conciliar los objetivos.
Las rutinas de los padres que trabajan, con las actividades de los hijos, así como el tiempo de calidad con la familia, se veían secuestradas, y por más esfuerzos no parecía posible encontrar un equilibrio.
Y es que, en un mundo donde se está tan saturado de compromisos, laborales, académicos, sociales, y extracurriculares, pareciera que todo es importante; y poner una jerarquía es imposible. Es cuando aspectos como la estabilidad y la salud emocional, se ven comprometidos.
Para nadie es desconocido que el agotamiento nos está llevando a estar en un estado de hipervigilancia que, en el mejor de los casos, nos quita energía, pero que también se vuelve un caldo de cultivo donde las enfermedades y trastornos mentales encuentran el ambiente propicio para germinar.
Por esta razón les quiero compartir las siguientes estrategias para sobrellevar las rutinas agotadoras, y también valorar y atender lo que realmente importa.
Espacios sagrados: Las habitaciones y el espacio para comer, deberán ser muy respetados, recuerda que estos son los lugares donde podemos recuperar el centro de nuestras vidas, así que deja fuera de tu habitación, celulares, computadoras, que solo te distraen o te generan ansiedad o estrés por temas pendientes.
Tu habitación deberá ser un espacio para descansar, convivir con tu pareja sin que otros interfieran.
Lo mismo va para tu tiempo de alimentación, por estar viendo pendientes, no dedicamos tiempo para disfrutar un plato de comida, y lo que sucede es que sólo comemos, recuerda que hay estudios que dicen que nuestro sistema digestivo tiene una labor importante para el resto del organismo.
Establece horarios: Poner una hora de inicio y otra de final, ayuda a tener buen ritmo y no distraerse, y brinda una perspectiva de cuándo estaremos libres. Trabajar sin tiempo puede provocar dos problemas. El primero, que vayamos demasiado holgados y nos despistemos, que no le prestemos la suficiente atención.
El segundo, que nos desaliente pensar a largo plazo en una tarea tediosa y eso haga que perdamos el foco. Si sabemos cuándo acaba, es más fácil de abordar.
Cada día traerá sus propios pendientes: Si la lista no se ha completado, no pasa nada, porque hay que dar las gracias por todo lo que sí se ha podido tachar, y renovar la energía para el siguiente reto.
Los excesivos niveles de exigencia pueden ser paralizantes, porque nunca tenemos la sensación de estar haciendo las cosas suficientemente bien.
Aunque todo pareciera importante y necesario, no es así, lo que pudiera estar sucediendo es que no estamos dando prioridades, y hoy por hoy estamos en una época donde se necesita de manera urgente volver a ver a las personas.
Hoy en día, donde pareciera que la capacidad de comunicación a nivel tecnológico nos brinda las herramientas para estar en contacto siempre, también es el momento donde menos contacto humano estamos proporcionando.
Recuerda, los pendientes del trabajo ahí van a seguir, el amor y la oportunidad de conectar con tu familia no.