Es curioso que un libro clásico, aunque publicado muy recientemente sobre geopolítica, sirva para entender el conflicto partidista grave que padece Nuevo León, sobre todo entre el PRIAN y el partido Morena.
El libro se titula “The Great Delusion: Liberal Dreams and International Realities” (“El gran engaño: sueños liberales y realidades internacionales”), publicado en 2018 y que hasta la fecha inexplicablemente no se ha traducido al español.
Su autor es uno de los más controvertidos geoestrategas actuales, defensor de la doctrina soberanista (que yo comparto ampliamente), y crítico del globalismo (que yo también comparto sin reparos): John J. Mearsheimer, a quien tuve el gusto de conocer durante un par de conferencias que sustentó hace unos años en la Universidad de Texas.
Nadie como Mearsheimer para criticar rudamente, pero con sustento la política exterior de Estados Unidos tras la Guerra Fría, argumentando que la búsqueda de una hegemonía liberal ha sido un error estratégico que ahora están pagando caro nuestros vecinos del Norte.
Para Mearsheimer, la política exterior estadounidense, a partir de la presidencia de Bill Clinton en adelante, se ha esforzado por imponer valores liberales universales, menospreciando el poder simbólico y cada vez más de poderío militar y de “soft power” del nacionalismo como el mexicano.
Las realidades del sistema internacional, a las que se refiere en autor, han llevado a los norteamericanos a fracasar constantemente en su política exterior.
De ahí las más de 120,000 muertes por fentanilo anualmente (este 2024 creció el porcentaje de mortalidad 15% y sigue en ascenso), y el avance del crimen organizado en su territorio, extensión o acaso, epicentro del narcotráfico en México, a quien dotan de armamento y municiones. No es casualidad que 78% de las armas que utilizan los cárteles, en especial CJNG, del Golfo y de Sinaloa, es de origen norteamericano.
La naturaleza del liberalismo gringo no deja de ser una paradoja quimérica. Quisieron comerse el mundo y se comieron a sí mismos.
El enfoque acertado en la libre empresa, el individualismo (que viene de Ayn Rand) y el anarcocapitalismo, qué tantos adeptos tiene entre los nuevoleoneses (y a los cuales con sus asegunes me adhiero) los derechos individuales, la tolerancia y la creencia en la universalidad de estos valores, han operado en sociedades pequeñas y altamente productivas como la nuevoleonesa (aquí la mejor artesanía es el acero) pero no para grandes aglomeraciones sociales (EUA tiene a finales de 2024, nada menos que 335,893,238 habitantes, lo que representa un crecimiento de 0.53% respecto al 2023). Tanta gente no puede ser valorada en su individualismo, sobre todo con el incremento del control del Estado en la vida personal de cada conciudadano.
El nacionalismo mexicano es una doctrina de contención contra el liberalismo norteamericano, y si bien en Nuevo León hay rasgos diferenciadores del resto del país, no dejamos de ser parte (para mal) del tejido del entramado nacional.
Para el autor, el nacionalismo es una fuerza centrípeda, que prioriza la identidad colectiva y la soberanía nacional, casi siempre en conflicto con los supuestos ideales liberales. En realidad, lo que impera en Nuevo León es una doctrina derivada del nacionalismo denominada regionalismo.
Terminada la Guerra Fría, EUA siguió una estrategia de hegemonía liberal, buscando expandir los mercados libres a nivel global, y en ese esfuerzo minó su energía y provocó un déficit en su balanza comercial. El que mucho abarca, poco aprieta.
Según Mearsheimer esta estrategia fracasó, lo mismo interviniendo en Medio Oriente como involucrándose en las recientes tensiones con la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping, ejemplos de los límites de pretender imponer valores supuestamente liberales contra los valores palpables del regionalismo, pagando casi toda la OTAN como pésimo negocio.
¿Cuál es el remedio que nos ofrece el autor? El realismo político y comercial regional como única alternativa, proponiendo una política exterior orientada al equilibrio de poder y el respeto a la soberanía de cada país. Es mejor comerciar que invadir. Nunca le fue mejor a Texas y a Nuevo León que cuando transaccionamos productos y servicios a través de nuestra frontera en el Puente Colombia. Frontera porosa y flexible. ¿Quién nos estorbó siempre? A los texanos los estorbó Washington y a los nuevoleoneses el centro de México.
¿A dónde voy con todo esto? A que la insistencia en una hegemonía liberal ha sido una gran decepción que puede ser corregida aprovechando irónicamente la extravagancia histórica de Donald Trump y a que mejor debemos abogar por una reevaluación de la política estadounidense en favor del libre mercado pero cubriendo lo regional; que reconozca las limitaciones del liberalismo frente al regionalismo y que aplique medidas arancelarias, sí, pero a quienes no son nuestros socios ni tenemos ningún tratado con ellos. Los aranceles no se aplican a socios, menos a vecinos comerciales que pactamos con el T-MEC. Eso sería suicida. A nadie nos conviene.
Sin embargo, si queremos cumplir los pronósticos de Mearsheimer en favor del regionalismo comercial, comencemos por darle más margen de maniobra a Nuevo León por parte del centro. El federalismo funciona si se le deja operar; si deja de ser papel mojado.
Y a los nuevoleoneses nos toca dejar de pelearnos entre nosotros. El enemigo está afuera. Y si adentro tenemos un estorbo, es el Estado profundo que quiere beneficiarse corporativamente, dejando en el olvido la creatividad individual e impidiendo incluso poder ponerse de acuerdo para cumplir el viejo ritual de aprobar el presupuesto público del Estado.