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Opinión

Las ‘reformas’ tramposas de López Obrador

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A confesión de parte, relevo de pruebas, reza el principio jurídico. En efecto, si alguien es señalado como presunto responsable de una conducta y confiesa haber incurrido en ella, no hace falta ya probar nada. Y con mayor razón si la confesión se registra sin coerción de por medio.

Justo eso ocurrió el martes de la semana pasada durante la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional. Una reportera preguntó al titular del Ejecutivo, a propósito del paquete de propuestas de reforma constitucional anunciado un día antes, la razón por la cual estas se presentaron hasta ahora, justamente cuando el sexenio languidece.

Aquí la respuesta textual del tabasqueño: “Porque hasta ahora se dieron las condiciones… Y, además, porque vienen las elecciones y el pueblo va a decidir. Y una elección no es nada más para ver qué candidato gana, ni es sólo para ver qué partido o qué alianza, qué coalición gana; una elección es también para definir un proyecto de nación, y eso, considero, es lo más importante”.

No he movido una coma a lo dicho por López Obrador. Se trata de una transcripción literal tomada de la versión estenográfica colgada en la página web oficial del propio mandatario.

Poco -o nada- puede decirse a propósito de la expresión “hasta ahora se dieron las condiciones” pues resulta imposible entender su significado. ¿No se les ocurrieron antes? ¿No había, en el equipo presidencial, nadie capaz de mecanografiar las ideas? ¿Siempre las tuvieron listas pero alguien perdió la llave del cajón donde las guardaban?

Por el contrario, la segunda parte de la respuesta no deja lugar a dudas sobre su significado: la intención de presentarlas ahora es influir -indebidamente- en el proceso electoral; fijar, desde la Presidencia de la República, la agenda del debate electoral; centrar en el discurso del actual titular del Ejecutivo Federal la discusión política y no en las propuestas de quienes buscan sucederlo.
A confesión de parte, relevo de pruebas.

Frente al reconocimiento expreso y sin ambigüedades de López Obrador  sobre sus auténticas intenciones carece de sentido entrar al análisis de la palabrería remitida al Congreso. En su lugar, debe discutirse si la actitud presidencial es válida o no, si se trata de una posición legítima o estamos ante una más de sus inmorales artimañas políticas.

Una pregunta es pertinente en este caso, como lo ha sido en múltiples episodios a lo largo del presente sexenio: ¿cómo habría reaccionado el opositor Andrés Manuel López Obrador ante una actuación de este tipo por parte de cualquier presidente del pasado?

La respuesta la sabemos todos: habría gritado hasta desgañitarse, en cuanta plaza pública hubiera podido, acusando de intervención ilegal a quien hubiera hecho lo mismo. Habría demandando la intervención de la autoridad electoral y, ya entrado en gastos, organizado una multitudinaria manifestación, en el Zócalo capitalino, en la cual pronunciaría un discurso repleto de epítetos dirigidos al autor de semejante exceso.

Como bien sabemos, desde luego, López Obrador dispensa en sí mismo conductas para las cuales sólo tiene palabras condenatorias si son efectuadas por sus contradictores. Porque él, contrario a los otros, es alguien investido de “autoridá moral” y eso convierte todas sus obras en actos divinos, virtuosos, honestos, pulcros, impolutos…

Por eso también, puede confesar con absoluta frialdad -cinismo sería un término más adecuado, sin duda- sus auténticas intenciones e incurrir en todos aquellos actos de los cuales se dolió en el pasado y por los cuales no tuvo empacho en chantajear opositores hasta introducir en la ley todas las normas a cuya violación hoy se entrega alegremente.

Esta es entonces la discusión a la cual debe dedicársele tiempo: el cinismo presidencial. Las 20 “propuestas de reforma”… eso es irrelevante y ya lo dijo con todas sus letras el propio autor de las mismas. Seguiremos en el tema.

@sibaja3

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