Ernesto y Valentín, amistad en Mty contra esquizofrenia y pobreza
Con Ernesto, los síntomas de esquizofrenia de Valentín disminuyeron. Un año sin ataques, tiempo que lleva empujando la silla de ruedas de su amigo.
- Por: Edwin González
- 23 Julio 2023, 12:53
Con Valentín, Ernesto se levantó de su cama. Antes de su amigo, él se sentía como un cadáver. Con Ernesto, los síntomas de la esquizofrenia de Valentín disminuyeron. Un año sin ataques, casi el tiempo que lleva empujando la silla de ruedas de su amigo que vende dulces en la calle de la colonia CROC en Monterrey.
A Ernesto la diabetes le arrebató la pierna izquierda en el 2021, pero su necesidad de trabajar lo hacía amarrar sus dulces a la silla de ruedas y llegar a la esquina de la avenida Camino Real y Obrero Mundial para poder ayudarse con sus gastos; era taxista, pero sin una pierna, ya no pudo.
Un infarto y embolia en 2022 le dejaron sin poder mover su única pierna y el brazo derecho. Era la muerte, una muerte en la soledad de su cama, sin poder levantarse ni hacer nada más que esperar. Pero a Valentín siempre le gustó ayudar y no iba a dejar a su amigo que recién había conocido cuando le llegaba a comprar cigarros.
“A mí esta persona me la mandó Dios, porque sin él yo no me moviera de la cama, estuviera tirado. Me pasa de la cama a la silla y de la silla a la cama, me recoge”, cuenta Ernesto sobre Valentín, un amigo como nunca ha tenido.
Valentín no recuerda mucho de su vida. Son más de 30 años de sufrir de esquizofrenia, la padece desde los 22 años. Para él, el silencio, quedarse sin memoria, es el síntoma de sus ataques. Un día estaba con su mamá, limpio, comiendo en casa y cuando recuperó el sentido, vivía en la calle y comía basura.
“Anduve cuatro años vagando en la calle; me quedaba a dormir en casas solas, en los puentes, en donde había lotes baldíos, ahí me quedaba a dormir, yo me acuerdo que comía basura”, relata Valentín.
A diferencia de Ernesto, Valentín luce brazos fuertes, abundante cabello negro y una barba en forma de candado que deja ver unos dientes negros, afilados y desgastados por la alimentación que llevó. Ernesto tiene un bigote más pronunciado y mayor sobrepeso, aunque débil por haber pasado dos meses enfermo de una anemia y vómitos.
Ernesto volvió a la calle con ayuda de Valentín. En la avenida, aunque no pide dinero, agradece que son varias personas las que lo ayudan por caridad, desde el adolescente que le regala sus únicos 40 pesos por verlo esforzarse, la señora que todos los días le lleva comida o el hombre que al salir del Oxxo le dejó un billete de cien pesos, siempre encuentra personas que lo apoyan.
Valentín y el hombre de 56 años viven solos, cada uno en su propio cuarto. A Ernesto, su hermano le apoya con la renta; mientras que, a Valentín, es su hermana quien le da para rentar y le consigue las pastillas del psiquiátrico donde alguna vez estuvo internado, pero son los dos amigos quien se hacen compañía en el parque de la colonia.
“Él es un tesoro muy grande, quiero que sepa que yo nunca había tenido un amigo, así como él. A mí me ha ayudado porque la verdad yo solo no estuviera aquí”, refiere Ernesto al ver a Valentín.
“La amistad es tener amigos, llevarse uno bien con ellos, bromear; la amistad me ha ayudado (a no tener ataques por la esquizofrenia)”, refiere Valentín, mientras se levanta para volver a cargar a Ernesto y jalar su silla de ruedas, llevarlo a su casa, acostarlo e irse a descansar.
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